Misteriosa civilización perdida es descubierta en Honduras.
El sitio
debió haber sido ocupado inicialmente hace unos 3,000 años
Después de
10 días perdidos en lo más profundo de la jungla en Honduras, un grupo de
científicos regresó con la noticia del descubrimiento de un tesoro: una
misteriosa ciudad precolombina perdida.
Y aunque no
es poca cosa encontrarse en la región de Mosquitia con una ciudadela que ha
permanecido intacta al menos durante 600 años, no resolvieron el gran misterio
arqueológico de Centroamérica: no hallaron las legendarias Ciudad Blanca o del
Mono Dios.
"Para
mí Ciudad Blanca no es un lugar, es la idea de selva prístina que existe
allí", le dice a BBC Mundo Chris Fisher, arqueólogo que participó en la
expedición.
"El
valor de Ciudad Blanca es que le muestra a los hondureños que hay grandes
partes de su país que son básicamente jungla virgen, un laboratorio viviente
que tal vez podamos poner en el centro de atención para ayudar a
preservarlo", agrega.
"Encontramos
una ciudad perdida y sabemos que hay muchas otras en la región. Una zona que no
ha sido tocada por personas durante muchos siglos es de por sí un tesoro
ecológico".
Se
encontraron, entre otros artefactos, vasijas talladas con detalle y decoradas
con serpientes y otras figuras. (Cortesía National Geographic / BBC).
Las ruinas
fueron identificadas primero en mayo de 2012 durante una expedición aérea sobre
un valle remoto en La Mosquitia, una vasta región de pantanos, ríos y montañas
que contiene algunos de los últimos sitios del planeta que no han sido
explorados científicamente.
La parte
superior de 52 artefactos se asomaba desde la tierra. Muchos otros se
encuentran, evidentemente, bajo tierra, junto a posibles sitios funerarios.
Entre ellos hay asientos de piedra ceremoniales (llamados metates) y vasijas
talladas con sumo detalle y decoradas con serpientes, figuras zoomórficas y
buitres.
Fisher, de
la Universidad Estatal de Colorado, Estados Unidos, explica que encontraron
"los restos de una ciudad precolombina con numerosos montículos, plazas,
formas piramidales y otras características".
En el
lugar, hay también lo que los expedicionarios ven como una especie de sitio
ceremonial en el que registraron unos 50 artefactos que creen que llevan
enterrados unos 400 o 600 años.
"También
nos encontramos con lo que pensamos es un paisaje completamente modificado por
el ser humano hasta el punto que cuando estaba habitado debió parecerse más a
un jardín inglés que a la selva que es hoy", añade.
Oscar Neil
Cruz, el arqueólogo local que acompañó la expedición, cree que por el tipo de
artefactos encontrados, el sitio debió haber sido ocupado al menos entre el año
1,000 antes de Cristo y el 800 a.C.
Al lugar,
por supuesto, no llegaron por casualidad. Lo iban buscando por las pistas
conseguidas en 2012 en una exploración aérea financiada por los cineastas Bill
Benenson y Steve Elkins.
Loque
hicieron fue emplear unos aviones provistos con equipos para hacer un mapeado
tridimensional de la superficie.
Y la
conclusión a la que llegaron fue que se trataba de un área selvática intacta
con evidencias de construcciones humanas.
Benenson le
explicó a BBC Mundo que prefieren no revelar el lugar del hallazgo para evitar
que el lugar sea saqueado.
Lo que sí
reveló es que se trata de un sitio tan remoto que "sólo hay una manera de
entrar y salir, y es por helicóptero".
No hay
carreteras, no hay infraestructura de ningún tipo, nadie vive allí, no hay
asentamientos humanos tampoco. Es una verdadera jungla salvaje.
Benenson
cuenta que el equipo contó con la ayuda de tres exmilitares británicos que,
para que pudieran aterrizar los helicópteros, se descolgaron y limpiaron la
maleza.
Los
exmiembros de las fuerzas especiales también ayudaron a instalar un campamento
base a unos pocos kilómetros del enclave arqueológico. Y también se encargaron
de despejar la densa selva con machetes.
¿Quiénes
eran?
Si la
ubicación permanece en secreto, es un misterio también quiénes eran los
habitantes de esa ciudadela.
"No
sabemos demasiado de ellos, sobre todo en comparación con los Mayas que
debieron estar entre sus vecinos", le dice Fisher a BBC Mundo.
"Sabemos
que eran socialmente complejos, que tenían recursos y habilidades para
modificar el entorno, para conseguir estabilidad y producir comida. Sabemos que
estaban conectados íntimamente con sus vecinos", agrega.
¿Por qué
desaparecieron? Tampoco se sabe. De momento, los arqueólogos no se ponen de
acuerdo, pudo haber sido porque agotaron los recursos del lugar o porque
llegaron europeos con enfermedades.
Es tan poco
lo que se sabe, que ahora mismo es una civilización perdida que ni siquiera
tiene nombre.
Ofrecen
cápsulas orgánicas para sustituir ataúdes.
El
propósito de estos recipientes biodegradables es que se formen bosques
memoriales, en lugar de cementerios
GUADALAJARA,
JALISCO (02/MAR/2015).- ¿Qué te parecería la idea de ''convertirte'' en un
árbol después de morir? La empresa italiana ''Capsula Mundi'' hace esto posible
gracias a sus cápsulas orgánicas, que sustituyen a los ataúdes.
La cápsula
está hecha de materiales biodegradables y tiene la forma ovoide, así el cuerpo
es metido en posición fetal, para después enterrarla con un árbol sobre ella,
que se alimentará de los desechos orgánicos y crecerá dentro de los próximos 10
a 40 años.
Las
personas pueden elegir el tipo de árbol que quieren, y se pretende que al
colocar varias cápsulas una al lado de la otra, en lugar de tener un cementerio
se tenga un hermoso bosque memorial.
Los bosques
amazónicos afectados por la sequía absorben menos carbón.
Un estudio
la Universidad de Oxford ha medido la velocidad a la que los árboles de la
cuenca amazónica en Brasil, Perú y Bolivia inhalan carbono de la atmósfera
durante una sequía severa. La investigación se ha centrado en las tasas de
crecimiento y la fotosíntesis de los árboles en 13 zonas de selva tropical y ha
comparado los sectores que se vieron más afectados por la grave sequía de 2010
con las zonas que no resultaron afectadas.
Según los
científicos implicados, las tasas de crecimiento de los árboles que sufrieron
la sequía no descendieron, pero el ritmo de fotosíntesis –el proceso mediante
el cual las plantas convierten el carbono en energía para alimentar su
actividad– se desaceleró en un 10% durante más de seis meses. Esto supone que
la disminución en la captación de carbono no desciende las tasas de crecimiento
de las plantas perennes pero aument la mortalidad de los árboles, según
Christopher Doughty, de la Escuela de Geografía y Medio Ambiente de la Oxford y
principal autor del estudio. En su opinión, “cuando los árboles mueren y se
descomponen, las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera
aumentan, lo que podría acelerar el cambio climático durante las sequías".
Las simulaciones por ordenador de la biosfera han predicho este tipo de
respuestas a la sequía, pero estas son las primeras observaciones directas de
este efecto en los bosques tropicales.
Cada una de
las parcelas estudiadas, representativas de las diversas condiciones climáticas
y del suelo de la cuenca amazónica, mide una hectárea y alberga entre 400 y 500
árboles. En la investigación, la Universidad de Oxford ha colaborado con la Red
Mundial de Vigilancia de Ecosistemas (GEM), que sigue de cerca la actividad de
los bosques en todo el mundo.
El trabajo
de campo duró tres años, durante los cuales los expertos pasaron varias semanas
en cada sitio para medir la tasa de crecimiento leñoso de cada árbol y el
número de raíces que habían salido. También pesaron la caída mensual de hojas
para calcular el número de hojas que cada árbol produce y calibraron la
liberación de dióxido de carbono del que viven madera, raíces y hojas para
estimar la actividad metabólica de la selva mediante analizadores de gas
infrarrojos.
La sequía
del Amazonas de 2010 coincidió con el trabajo de los científicos, pero solo
afectó a algunas partes de la Amazonía. En conjunto, los datos de la
investigación sugieren que las sequías en la cuenca del Amazonas están
afectando a los niveles de CO2 en la atmósfera a nivel mundial, tanto a corto
plazo, por la disminución de la fotosíntesis, como a a largo plazo, mediante el
aumento de la mortalidad de árboles.
Un hongo
amenaza a los anfibios de Madagascar.
El hongo
quítrido de los anfibios, Batrachochytrium dendrobatidis, que a menudo resulta
letal para estos animales, ha llegado a Madagascar, un enclave estratégico para
la conservación de la biodiversidad. Hasta ahora, no se había detectado la
presencia en la isla de este patógeno, que ha diezmado las poblaciones de
salamandras, ranas y sapos en Australia, América Central y Estados Unidos. Los
zoólogos consideran muy preocupante este hecho, pues Madagascar alberga unas
290 especies de anfibios que no pueden encontrarse en ningún otro lugar del
mundo. Es más, en la zona habitan al menos otras 200 especies de ranas que aún
no han sido clasificadas por los expertos.
Un equipo
internacional de científicos, coordinados por biólogos del Centro Helmholtz
para la Investigación Medioambiental y la Universidad Técnica de Brunswick, en
Alemania, ha ideado un plan de emergencia para intentar contener la propagación
del hongo. Según recogen en la revista Scientific Reports, este incluye
monitorizar la proliferación de este organismo, la construcción de refugios
para la cría de anfibios y el desarrollo de tratamientos probióticos.
En la
actualidad, los anfibios están desapareciendo del planeta a un ritmo alarmante.
En parte, esto se debe a la destrucción de su hábitat que originan las
actividades humanas. Sin embargo, distintas enfermedades infecciosas están
acabando con ellos incluso en los enclaves más protegidos. Entre ellas, la más
devastadora es la que origina el citado hongo quítrido, que ataca la piel de
los anfibios, especialmente importante para estos animales, pues en su mayoría
respiran a través de ella. Hasta el momento, la presencia de Batrachochytrium
dendrobatidis ha sido detectada en más de 500 especies, 200 de las cuales han
experimentado un importante declive por su causa.
Los
peculiares microbios de la Fosa de las Marianas.
Cuando el
cineasta James Cameron descendió a la Fosa de las Marianas en 2012, comprobó
que allí había poco movimiento: las profundidades abisales no son precisamente
un espectáculo de biodiversidad marina. Aunque esto no es el de todo cierto,
porque el director de Titanic sólo exploró lo que se ve a simple vista. En
realidad, la vida bulle a nivel microscópico, como han demostrado recientes
investigaciones.
Además, el
último estudio realizado en el punto más profundo de la Fosa de las Marianas y,
por tanto, de todo el planeta –el Abismo Challenger, a casi 11.000 metros bajo
el nivel del mar– ha descubierto que allí florece especialmente un tipo de vida
peculiar: las bacterias heterótrofas, las cuales, por ejemplo, también abundan
en las aguas residuales sin tratar. Incapaces de sintetizar sus propios
alimentos, estos microbios consiguen la energía química a partir de otros
compuestos orgánicos.
Los autores
de la investigación, de la agencia japonesa de ciencia y tecnología
marítimo-terrestre (JAMSTEC), cuentan en la revista Proceedings of the National
Academy of Sciences que las bacterias heterótrofas del Abismo Challenger se
nutren de partículas flotantes como restos fecales disueltos en el agua, polvo
y, posiblemente, sedimentos orgánicos expulsados de los movimientos de tierra
que producen terremotos submarinos. Estos colapsos son relativamente frecuentes
a una escala temporal geológica y liberan “suculentas” partículas para las
bacterias durante mucho tiempo, conjetura Takuro Nunoura, director de la
investigación.
El equipo
de Nunoura ha recogido muestras genéticas del Abismo Challenger con un vehículo
por control remoto. Con los resultados de su exploración se puede hacer un mapa
más preciso de la vida microscópica en los océanos: en la superficie abunda el
fitoplancton, que necesita la luz para hacer la fotosíntesis; a partir de los
2.000 metros de profundidad, los microorganismos quimiótrofos, que transforman
compuestos inorgánicos como el amoniaco o el azufre en comida; y a partir de
los 6.000 metros reinan los heterótrofos que desvela el estudio.
Un
experimento pionero en las Tablas de Daimiel, en el dique seco por falta de
“gasolina”.
La primera
instalación mundial de emisión de CO2 para medir el impacto de este gas en
humedales, situada en las Tablas de Daimiel (Ciudad Real), está actualmente
parada a falta de financiación. “Es desolador invertir tanto dinero y esfuerzo
en un experimento único y ver que no se puede continuar por falta de
combustible. Ahora mismo, la parte más costosa del proyecto, el mecanismo, está
montado y acabamos de comprobar que funciona, pero nos falta la “gasolina”: el
CO2”, lamenta Salvador Sánchez-Castillo, investigador del Museo Nacional de
Ciencias Naturales y principal responsable de la instalación.
Como
explican pormenorizadamente los científicos implicados en el proyecto en un
artículo en la revista Wetlands, se trata de un FACE (siglas de Free-Air CO2
Enrichment), sistema formado por válvulas, sensores y reguladores controlados
por ordenador que inyecta dióxido de carbono hasta alcanzar una concentración
específica en un área. A diferencia de lo que ocurre en sistemas cerrados, es
posible simular lo que ocurre en la naturaleza. El FACE de las Tablas de
Daimiel es capaz de inyectar CO2 hasta alcanzar 550 ppm (miligramos por litro),
concentración que se prevé que habrá en la atmósfera en 2050, frente a los cerca
de 400 ppm de la actualidad.
En las seis
parcelas elegidas para el estudio, de 3,5 metros de diámetro, crece carrizo
(Phargmites australis), planta acuática de la familia de las gramíneas muy
habitual en los humedales de todo el mundo. El objetivo es medir los cambios en
la biomasa y la fisiología del vegetal, así como la actividad de los
microorganismos del suelo y la acumulación de residuos vegetales.
Las plantas
resisten mejor que los animales las grandes extinciones.
Las cinco
grandes extinciones de las que se tiene constancia han originado profundos
cambios en la historia de la vida en la Tierra. No obstante, un nuevo estudio
impulsado por un equipo de científicos de la Universidad de Gotemburgo, en
Suecia, parece demostrar que las plantas afrontan mejor que los animales estas
crisis.
Tras
estudiar más de 20.000 plantas fosilizadas, estos expertos han averiguado que
las extinciones afectan de forma muy diferente a los distintos grupos de
plantas.
Así, en un
ensayo publicado en la revista New Phytologist, señalan que tras uno de estos
sucesos, el ritmo al que desaparecen las plantas solo supera durante un corto
periodo de tiempo la aparición de nuevas especies.
En esencia,
esto indica que, cuando se trata de lidiar con una extinción, las plantas son
especialmente resistentes. Por ejemplo, el impacto de un asteroide hace 66
millones de años precipitó la desaparición de los dinosaurios y otros muchos
animales, pero tuvo un efecto limitado en la biodiversidad vegetal.
“Entre las
plantas, las extinciones masivas podrían considerarse, en realidad,
oportunidades para que esta se renueve”, afirma Daniele Silvestro, un experto
en filogenética y ciencias ambientales que ha coordinado la investigación.
El material
más resistente de la naturaleza no es la seda de araña.
La famosa
seda de araña, conocida por su increíble resistencia, ha encontrado un curioso
competidor; y es que un equipo de científicos de la Escuela de Ingeniería de la
Universidad de Portsmouth (Reino Unido) ha afirmado haber descubierto el
material biológico más duro del que se tiene constancia: los dientes de la lapa
común.
La seda de
araña presenta una resistencia a la tracción de 1,3 gigapascales, circunstancia
que le otorgó el título de material natural más fuerte. Sin embargo, tras esta
nueva investigación publicada en The Journal of the Royal Society Interface, el
récord tendrá que ser actualizado. La increíble fuerza de tracción de la lapa,
que pasa la mayor parte de su vida raspando con sus pequeños dientes la
superficie de las rocas en aguas pocos profundas del mar para buscar alimento,
ha resultado ser entre 3 y 6,5 gigapascales, mucho más del doble de la
resistencia de la mítica seda de araña.
Estos
potentes dientes, según se detalla en el estudio, están compuestos de una
mezcla de un material llamado goethita (que contiene hierro) y de nanofibras
dentro de una matriz de proteínas. Su secreto se debe a la mezcla de fuerza +
finura y lo convierten en un material tan duro como los fabricados por el ser
humano como la fibra de carbono o el kevlar.
Este
descubrimiento podría servir para mejorar algunos materiales artificiales tanto
en la industria del automóvil (en los coches de Fórmula 1, por ejemplo), la
aviación, la construcción naval o en la odontología (para la creación de
empastes más resistentes)
España, séptimo
país en cuidado del medio ambiente.
Según un
estudio de la Universidad de Yale y de la Universidad de Columbia nuestro país
ocupa la séptima posición en el ranking de los que más se preocupan de la
naturaleza.
Para
elaborar este listado los investigadores utilizaron lo que se conoce el Índice
de Rendimiento Ambiental ( EPI por sus siglas en inglés), que se trata de un
sistema que cuantifica el rendimiento ambiental de un país de forma numérica.
Este modo
de clasificación mide parámetros como la calidad del aire de los hogares, de
las aguas, los accesos al agua potable, las políticas de protección ambiental
de dicho país o la reducción de las emisiones de dióxido de carbono entre otros
muchos factores. El top 10 de la clasificación lo ostentan Suiza, Luxemburgo,
Australia, Singapur, República Checa, Alemania, España, Austria, Suecia y
Noruega. En última posición, y no es de extrañar, se encuentra Somalia, el país
africano sumido en conflictos y hambruna desde hace años.
En esta
edición se tuvieron en cuenta 178 países, de los que España se encuentra entre
los mejores valorados. Por ejemplo, en el tratamiento de las aguas, España se
sitúa en un octavo puesto, y en el tema del dióxido de carbono se ubica en el
cuarto puesto de los países que más han reducido sus emisiones, algo muy
positivo. Pero no todos los puntos son para enorgullecerse, es más, algunos son
bastante preocupantes. En ciertos aspectos obtenemos un suspenso muy bajo, por
ejemplo, tema de la biodiversidad o de la protección de zonas marinas y terrestres,
bajamos hasta la posición 101 de la tabla.
En general
se puede decir que el país ha mejorado, sobre todo en categorías tan esenciales
como la mortalidad infantil, el mejor acceso al agua potable o en el aspecto de
la higiene, áreas en las que hemos logrado mejorar la puntuación con respecto a
otros años, pero todavía queda mucho camino que recorrer y mejorar más las
políticas ambientales.
A menos
posidonia en el mar, más C02 en la atmósfera.
Desde los años 60, las praderas de posidonia –hierba submarina endémica del Mediterráneo– han retrocedido entre un 13% y un 38%, lo cual es una auténtica calamidad medioambiental: la Posidonia oceánica contribuye a preservar la calidad del agua, a proteger la costa y a contrarrestar los efectos de la subida del nivel del mar, por ejemplo. Los expertos creen que estos beneficios se habrían reducido hasta un 50% en los últimos veinte años.
Desde los años 60, las praderas de posidonia –hierba submarina endémica del Mediterráneo– han retrocedido entre un 13% y un 38%, lo cual es una auténtica calamidad medioambiental: la Posidonia oceánica contribuye a preservar la calidad del agua, a proteger la costa y a contrarrestar los efectos de la subida del nivel del mar, por ejemplo. Los expertos creen que estos beneficios se habrían reducido hasta un 50% en los últimos veinte años.
Un nuevo
estudio internacional elaborado por el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC), la Universitat Autònoma de Barcelona y el Oceans Institute
de la Universidad de Western Australia ha puesto el foco en una de las
consecuencias más graves derivadas del retroceso de la angiosperma marina.
“Nuestros resultados indican que hay una importante merma en la capacidad de
secuestro y almacenamiento de carbono”, explica Núria Marbà, investigadora del
Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados y coautora del informe. Además,
las zonas donde desaparece la posidonia no solo dejan de captar C02, sino que
también pueden convertirse en fuentes de ese gas cuando se erosionan y liberan
el carbono que la pradera había acumulado durante décadas o siglos.
Por su
parte, Pere Masqué, experto de la Universitat Autònoma de Barcelona y coautor
de la investigación, recuerda que esta pérdida no es irreversible: “el área
potencial disponible para llevar a cabo proyectos de replantación es enorme”.
El estudio
se ha realizado en la laguna costera de Oyster Harbour, al sur de Australia Occidental,
cuya población de posidonia sufrió una reducción muy importante entre los años
60 y finales de los 80. A partir de 1994, la pradera volvió a crecer, en buena
parte por replantaciones. Mediante la datación de los sedimentos, los expertos
han medido la acumulación de carbono en las zonas repobladas y su erosión en
las zonas sin recolonizar
Las
termitas detienen el avance del desierto.
Según un
equipo de ecólogos y biólogos de la Universidad de Princeton, los hábitos de
las termitas contribuyen a mantener a raya el avance del desierto,
especialmente en los ecosistemas semiáridos y las tierras de cultivo de amplias
zonas de África, Asia y Sudamérica. En un estudio publicado en Science, estos
expertos sostienen que los nidos que construyen estos insectos hacen esas áreas
más resistentes al cambio climático, pues funcionan como almacenes de
nutrientes y humedad y facilitan que el agua penetre en la tierra. Como
resultado, la vegetación se extiende alrededor de estas estructuras y es menos
vulnerable a la desertificación.
Los
terrenos áridos en los que las termitas establecen sus nidos necesitan mucha
menos cantidad de lluvia para prosperar que aquellos en los que estos no
existen. Es más, aunque el ensayo se ha centrado en el género Odontotermes,
constituido por termitas que cultivan hongos, sus conclusiones pueden aplicarse
a las demás especies de estos animales.
Para Corina
Tarnita, profesora de Biología evolutiva en la citada institución
estadounidense, que ha participado en la investigación, los termiteros también
preservan las semillas, lo que facilita que las zonas próximas se recuperen
antes una vez que pasan las lluvias. “La vegetación se mantiene en buen estado
más tiempo y tarda más en decaer. Donde se alzan estos nidos, los ecosistemas
tienen más oportunidades de recobrarse”, indica.
Las palomas
son más listas de lo que se creía.
Apenas
ocupa la punta de un dedo índice, pero el cerebro de las palomas es una caja de
sorpresas para los neurocientíficos. Por ejemplo, investigadores de la
Universidad de Iowa acaban de descubrir que estas aves son capaces de
categorizar objetos en una operación mental similar a la que efectúan los niños
cuando aprenden las palabras.
En
concreto, las palomas clasificaron 128 fotografías en 16 categorías sencillas,
como explican los autores del experimento en la revista Cognition: niño,
botella, pastel, coche, galleta, perro, pato, pez, flor, sombrero, llave,
bolígrafo, teléfono, zapato, árbol y plano. Cuando veían la imagen, las aves
tenían que pulsar en uno de dos símbolos al alcance de su pico: uno
correspondía al objeto y el otro se generaba al azar por el ordenador entre las
15 clasificaciones restantes. Las aves no solo aprendieron a contestar
correctamente, sino que luego aplicaban la destreza para catalogar nuevas
fotos. Los investigadores creen que este método podrá aplicarse a
investigaciones con otros animales.
El estudio
es la culminación de un proyecto que empezó en 1988, cuando especialistas en
inteligencia animal comprobaron que las palomas eran capaces de asignar objetos
a cuatro categorías. Ahora se ha demostrado que son aún más listas de lo que se
creía, y que los mecanismos asociativos mediante los cuales los niños aprenden
palabras no son exclusivos de la especie humana.
El único
animal que realiza la fotosíntesis.
Un estudio
de la Universidad del Sur de Florida y en la Universidad de Maryland, College
Park (EE.UU.) ha descubierto cómo es posible que una babosa de mar verde
brillante pueda vivir como una planta, alimentándose únicamente de luz solar.
El trabajo ha sido publicado en la revista The Biological Bulletin.
La babosa
en cuestión es Elysia clorótica, tiene un aspecto que se asemeja al de la hoja
de una verdura, mide apenas seis centímetros y su hábitat natural son las
costas desde Nueva Escocia hasta el sur de florida. Se alimenta de un alga
llamada Vaucheria litorea de la que la babosa ha decidido “tomar prestados” sus
cloroplastos para llevar a cabo la fotosíntesis.
Para llegar
a esta certidumbre, los investigadores descubrieron que la babosa había
aprendido a digerir el alga sin dañar los indispensables cloroplastos
(integrándolos en sus células digestivas), que transforman la luz del sol en
comida, ya que cuenta con genes del alga indispensables para mantener en buen
estado los cloroplastos de esta. Se trata del primer caso de transferencia
genética funcional de una especie multicelular a otra (lo que se conoce como
transferencia horizontal de genes), convirtiendo a esta pequeña babosa en el
primer y único animal capaz de realizar el proceso de fotosíntesis.
“Este
trabajo confirma que uno de los genes del alga necesarios para reparar los
daños en los cloroplastos y mantenerlos en funcionamiento, está presente en el
cromosoma de la babosa. El gen se incorpora en el cromosoma de la babosa y se
transmite a la siguiente generación”. La descendencia sólo tiene que 'robar'
los cloroplastos de las algas, ya que los genes para mantener los cloroplastos
ya están presentes en el genoma babosa. Es imposible que los genes de un alga
puedan trabajar dentro de una célula animal.Y sin embargo, aquí lo hacen,
aclara Sidney K. Pierce, coautor del estudio.
Avispas que
reconocen rostros y atacan a los extraños.
Las avispas
de la especie Liostenogaster flavolineata, que viven en algunos bosques
tropicales del sudeste asiático, especialmente en Malasia, son capaces de
memorizar los rostros de los miembros de su colonia. De hecho, atacan a los
individuos cuyos patrones faciales no reconocen.
Así lo ha
determinado un equipo de biólogos de la Universidad Queen Mary de Londres, que
ha averiguado que estos insectos utilizan un doble sistema de identificación
para saber si uno de sus congéneres es bienvenido o no en el nido. Como otras
avispas, estudian el olor del forastero, pero tras investigar más de 50 grupos
de estos animales, los expertos han podido saber que también examinan
visualmente su rostro.
Cada nido
alberga a una familia de individuos emparentados entre sí. No obstante, a
menudo se encuentran decenas o cientos de estas estructuras muy cerca unas de
otras, como si fuera una ciudad.
De este
modo, no es extraño que algunas avispas accedan a otro nido distinto al suyo,
tanto para hacerse con sus recursos como para depositar allí sus huevos. Según
se recoge en un estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal
Society B, los insectos residentes reaccionan agresivamente cuando no reconocen
la cara de los visitantes, incluso antes de saber si es uno de sus camaradas
por el olor.
Habrá menos
tormentas, pero más intensas.
En los últimos
años, un asunto de debate entre los expertos del clima ha sido determinar si el
calentamiento global iba a aumentar la incidencia de las tormentas a nivel
mundial.
Un estudio
que acaba de hacer público la Universidad de Toronto (Canadá) sugiere que en
realidad el cómputo general no cambiará, ya que se incrementará la fuerza de
las más grandes en detrimento de las pequeñas.
Para llegar
a esta conclusión, los expertos han comparado el clima global con una máquina
que necesita combustible –la energía del sol– para funcionar. El aire de los
trópicos está más caliente, pero ese calor se distribuye mediante la
circulación atmosférica.
Esa es la
misión de la máquina. Sin embargo, parte de la energía (un tercio,
aproximadamente) es empleada en la condensación de agua y la precipitación de
lluvia y nieve.
Al aplicar
las leyes de la termodinámica y las técnicas de la oceanografía a este modelo,
los científicos de Toronto han comprobado que la “máquina atmosférica” cada vez
destinará más energía al ciclo del agua –habrá más evaporación– y menos a la
circulación del aire. Como consecuencia, se producirán menos tormentas, pero
como la atmósfera tiene que deshacerse de todos modos del agua, estas serán
cada vez más intensas.
El nivel
del mar ha subido aún más de lo previsto.
La subida
del nivel de los mares durante la última década del siglo XX y la primera del
actual ha sido significativamente mayor que la estimada por las previsiones de
los expertos, según un estudio dirigido por Carling Hay y Eric Morrow, del
Departamento de Ciencias Planetarias y Terrestres de la Universidad de Harvard
y publicado en la revista Nature.
Las
investigaciones del pasado habían sobreestimado hasta en un 30 % el aumento del
nivel de los mares entre 1900 y 1990. Sin embargo, los últimos datos apuntan a
que los cálculos efectuados sobre la crecida oceánica desde 1990 son correctos
y prueban que el nivel del mar cambia a un ritmo más rápido del previsto.
"Nuestra
investigación muestra que la aceleración del nivel del mar ocurrida durante el
pasado siglo ha sido mayor de lo que habían anticipado las investigaciones
precedentes. El problema es más grave de lo que pensábamos inicialmente",
dice Morrow. Según Hay, los científicos saben ahora que la mayoría de las capas
de hielo del mundo y los glaciares de montaña se están derritiendo a causa de
la subida de las temperaturas, lo que provoca la crecida global del nivel del
mar.
Mientras
estimaciones anteriores calcularon que la subida anual del nivel del mar fue de
1,5 a 1,8 milímetros durante el siglo XX, Hay y Morrow la sitúan en 1,2
milímetros entre 1901 y 1990. Pero después de ese año, la comunidad científica
coincide en que la subida anual ha sido de unos 3 milímetros, lo que implica
una marcada aceleración de este fenómeno asociado, entre otros, al cambio
climático.
Estos
expertos creen que ahora es necesario adoptar una "perspectiva
completamente nueva". Normalmente, las estimaciones de la subida del nivel
del mar se elaboran tomando registros con mareógrafos de las variaciones
sufridas por las subregiones en las que se han divido los océanos. Esos
registros, a los que se añaden otros datos complementarios más específicos,
sirven para estimar la subida media del nivel del mar en cada subregión, que a
su vez se unen para arrojar una media global.
"Pero
estas medias simples no son representativas del valor global verdadero. Los
mareógrafos se sitúan en las costas, así que hay extensas áreas oceánicas que
no están incluidas en las estimaciones", explica Hay.
Según el
estudio, el nivel del mar cambia por varios motivos, como los efectos duraderos
de la última glaciación, el calentamiento y expansión del océano por el
calentamiento global, las variaciones en la circulación del agua o el deshielo.
Hay y Morrow elaboraron sus nuevas previsiones a partir de la observación de un
conjunto de datos globales.
Aumentan
las muertes masivas de aves, peces y animales marinos.
Tras
analizar con detalle 727 estudios llevados a cabo en los últimos 70 años sobre
2.500 especies animales, investigadores del Departamento de Ciencia
Medioambiental de la Universidad de California en Berkeley han llegado a la
conclusión de que han aumentado las muertes masivas y catastróficas de animales
en este periodo.
Aves, peces
e invertebrados marinos son los grupos zoológicos más afectados, mientras que
entre los mamíferos las cifras se han mantenido estables y entre reptiles y
anfibios ha habido un leve descenso de la mortalidad. Estos casos de mortalidad
masiva implican que un elevado porcentaje de la población muere en un corto
periodo de tiempo.
Aunque no
son muy frecuentes, suponen un golpe devastador que puede acabar con más del
90% de los individuos de una especie de una tacada. Stephanie Carlson,
profesora en Berkeley y una de las autoras del estudio, indica que este es
"el primer intento de cuantificar los patrones de frecuencia, magnitud y
causas de estas catástrofes que llevan a una mortandad masiva”.
Los
investigadores tuvieron en cuenta registros de estos eventos recogidos por la
literatura científica ya en el siglo XIX, pero se centraron sobre todo en el
periodo transcurrido desde 1940 hasta el presente. Aunque piensan que el
aumento de las muertes se debeen parte a que cada vez se informa más sobre
estos sucesos que quizá eran ignorados en el pasado, creen que para ciertos
animales las cifras luctuosas claramente son mayores.
Las
enfermedades son responsables del 26 % de las muertes masivas, mientras que un
19 % se pueden achacar a los efectos directos de acciones humanas, como la
contaminación. La biotoxicidad producida por eclosiones excesivas de algas, un
proceso que se puede atribuir al cambio climático, es responsable del 25 % de
las muertes.
Los
arrecifes, aún más amenazados.
Según un
estudio coordinado por el geólogo marino Thomas DeCarlo, de la Institución
Oceanográfica Woods Hole, en EE. UU., la acidificación que están experimentando
los océanos dificulta el desarrollo del esqueleto de los corales y, a la vez,
facilita la erosión que habitualmente provocan en él distintos organismos de
forma natural.
Los mares
absorben el exceso de dióxido de carbono generado por la quema de combustibles
fósiles, un fenómeno que reduce su pH (la citada acidificación) y elimina los
iones de carbonato que emplean los corales para construir sus esqueletos.
DeCarlo ha
averiguado que el ritmo de desgaste se ha multiplicado por diez en las zonas en
las que los corales están expuestos a altos niveles de nutrientes. Así lo
recoge este investigador en un ensayo publicado en la revista Geology, en el
que sostiene, además, que al mismo tiempo que sube el nivel del mar, los
arrecifes en los que prosperan estos animales coloniales tardan más en
aproximarse a la superficie para captar la luz solar que necesitan para
sobrevivir.
Los
arrecifes de coral constituyen el hábitat del 25% de las especies marinas. Para
DeCarlo, si queremos garantizar su conservación es necesario reducir el aporte
de nutrientes que llega a las aguas próximas a la costa como consecuencia de la
actividad humana, como el vertido de fertilizantes y otros residuos orgánicos.
Los
microplásticos inundan los océanos.
Un ensayo
publicado en la revista Royal Society Open Science advierte que las
profundidades oceánicas se están convirtiendo en un gran depósito de residuos
plásticos.
Según
indica en este trabajo un equipo de investigadores coordinados por expertos de
la Universidad de Plymouth y el Museo de Historia Natural, en Londres, en el
que también han participado científicos de la Universidad de Barcelona, en cada
kilómetro cuadrado de sedimentos marinos pueden encontrarse alrededor de 4.000
millones de restos microscópicos de este compuesto.
En los
últimos años, los estudios que se han llevado a cabo sobre la acumulación de
plásticos en las costas y la superficie de los mares, un problema
medioambiental global, no han revelado un especial incremento en sus
concentraciones. No obstante, esto podría deberse a que se están depositando en
el fondo, donde el número de fibras plásticas ya cuadruplica el de las aguas
someras. “Llevamos tiempo preguntándonos dónde habrían ido a parar todos esos
plásticos.
Ahora
sabemos que buena parte se ha convertido en fibras invisibles al ojo humano que
se han hundido hasta el fondo”, señala Lucy Woodall, zoóloga del Museo de
Historia Natural, que ha participado en la investigación. “Resulta alarmante
encontrar semejantes niveles de contaminación, sobre todo porque se desconoce
el efecto de estos desechos en los delicados ecosistemas oceánicos”.
Hallan
huevos iridiscentes de aves.
Un equipo
de investigadores de distintas instituciones checas, neozelandesas y
estadounidenses coordinados por expertos del Departamento de Biología de la
Universidad de Akron, en EE. UU., ha descubierto los primeros huevos de aves
conocidos que presentan iridiscencias.
Según
revelan en un estudio publicado en la revista Journal of the Royal Society
Interface, el color azulado de los huevos del tinamú oliváceo, un ave parecida
a un pavo que habita en América central y del sur, varía en cierta medida en
función del ángulo desde el que son vistos.
Esta
peculiaridad se debe a la presencia de una fina cutícula externa de fosfato de
calcio, carbonato de calcio y diferentes compuestos orgánicos. Cuando los
científicos la retiraron, observaron que la iridiscencia también desaparecía.
Hasta ahora, una de las hipótesis más extendidas entre los biólogos es que la
principal función de los colores y patrones que lucen los huevos es hacerlos
pasar desapercibidos en su entorno, para que los depredadores no se percaten de
su existencia.
Este nuevo
ensayo, sin embargo, plantea que la iridiscencia permite a los progenitores
identificar sus huevos de los que han puesto otras aves de la misma especies
¿Cómo se
iluminan las luciérnagas?
¿Cómo se Un
equipo de científicos de Suiza y de Taiwán ha logrado desentrañar las claves
del funcionamiento de la bioluminiscencia de las luciérnagas basado en pulsos
rápidos de luz que utilizan como comunicación. El trabajo ha sido publicado en
la revista Physical Review Letters.
Las
luciérnagas, esos insectos que emiten luz cuando un compuesto llamado
“luciferina” se descompone, utilizan un sistema que podría tener múltiples
aplicaciones potenciales. Ahora, gracias a este estudio, ha podido ser descrito
el proceso completo de esta iluminación tan particular.
La reacción
química que provoca esa iluminación necesita oxígeno y, hasta ahora, se
desconocía cómo lo suministraban a las células. Para averiguarlo, los expertos
utilizaron una sofisticada técnica de imagen -microtomografía- para reproducir
la “linterna” (el órgano que produce la luz) ubicaba en el abdomen de la
luciérnaga y consiguieron trazar de qué forma el oxígeno era suministrado a las
células emisoras de luz.
Al aplicar
esta técnica en luciérnagas vivas, pudieron ver, por primera vez en la
historia, toda la estructura de la “linterna” y hacer evaluaciones
cuantitativas acerca de la distribución del oxígeno. Así, la luciérnaga desvía
el oxígeno disponible de otras funciones celulares y lo deriva a la reacción
que descompone la luciferina produciéndose la bioluminiscencia.
“Las
técnicas que utilizamos tienen una ventaja sobre, por ejemplo, las técnicas
convencionales de rayos X, los cuales no pueden distinguir fácilmente entre los
tejidos blandos”, explica Giorgio Margaritondo, coautor del estudio.
La
fragancia de las flores depende de las bacterias.
El perfume
característico de flores como la lavanda lo provocan los llamados compuestos
orgánicos volátiles (COV), unos productos químicos que proporcionan a cada
especie su propio olor. Sin embargo, lo que no sabíamos es que ese aroma
“propio” en realidad no es tan propio.
Según un
nuevo estudio del Centro de Investigaciones Ecológicas y Aplicaciones
Forestales (CREAF), en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona,
las flores huelen a algo más que a flores. Su perfume no se lo dan solo este
apéndice vegetal de muchas plantas, sino también los microorganismos, bacterias
y hongos que las recubren.
En los
experimentos llevados a cabo en la investigación, se pulverizaron las flores
del saúco con diversos antibióticos. Pues bien, en las plantas tratadas con
antibióticos el contenido floral interno de compuestos volátiles y la
respiración se mostraron estables, lo que implica que los antibióticos no
causan daños ni estrés en las plantas.
Sin
embargo, sí disminuyeron drásticamente la cantidad de compuestos aromáticos
emitidos por las flores, que proporcionan el olor, en los casos en que se roció
con antibiótico. Además, los antibióticos también modificaron los tipos de
compuestos que emitía la flor. El resultado es que el bouquet de las flores de
saúco era completamente distinto hasta siete días después de ser pulverizadas
con dichos productos.
Con los
antibióticos, los saúcos seguían teniendo flores sanas pero no olían a saúco. Y
es que los antibióticos no afectaron a la planta, pero habían eliminado los
microorganismos y hongos que viven en las flores. Se demuestra así el papel
clave de hongos y bacterias en los olores y perfumes de las flores, según Josep
Peñuelas, líder del estudio.
¿Cuántas
flores hacen falta para producir un kilo de miel?
Cada abeja
obrera recorre durante sus escasos 50 días de vida aproximadamente 40
kilómetros, en los cerca de doscientos mil vuelos que lleva a a cabo, a una
velocidad media de 22 km/h. En sus constantes expediciones visita unas 7.200
flores para fabricar 5 gramos de miel.
Eso
significa que, para reunir un kilo de este delicioso y nutritivo néctar, hacen
falta 1.440.000 flores y la colaboración de 200 obreras. No es una tarea
excesiva, si se tiene en cuenta que en una colmena suelen vivir entre 30.000 y
60.000 individuos, dado que la reina puede llegar a poner 3.000 huevos en un
solo día.
La
actividad anual de las abejas melíferas de una misma colonia alcanza una
producción media de entre 20 y 30 kilos de miel. El producto fabricado a partir
del néctar de las flores puede ser monofloral, si es de una sola variedad de
flor –azahar, romero, lavanda–, o multifloral, de varias especies.
La miel de
las abejas se usaba en el antiguo Egipto y en Grecia para embalsamar a los
muertos, ya que este producto contiene sustancias bactericidas y conserva de la
putrefacción los jugos de las plantas, las raíces, las flores, las frutas y
hasta la carne. A su vez, el veneno de abeja es 500.000 veces más fuerte que cualquier
antibiótico conocido.
¿Qué les
pasa a las abejas cuando no duermen?
En la
ajetreada vida de un enjambre de abejas melíferas, las obreras necesitan
periódicamente un sueño reparador. Si no descansan, dejan de comunicar
adecuadamente la localización de los alimentos a sus compañeras de colmena,
según acaba de demostrar un estudio de la Universidad de Texas (EE UU).
Para
demostrarlo, Barret Klein utilizó un aparato magnético apodado Insominator que
impide que las abejas duerman. ?Cuando los humanos son privados de sueño,
reducen su habilidad para desarrollar tareas como comunicarse de forma clara y
precisa?, explica Barret Klein, autor del estudio. "Nuestros experimentos
muestran que las abejas insomnes también experimentan problemas de
comunicación". Concretamente, Klein ha comprobado que tras muchas horas de
vigilia a una abeja le cuesta indicar la dirección exacta de un sitio donde hay
alimento. Y eso hace menos competitiva a la colonia.
Aunque la
importancia del sueño había sido estudiada en las moscas Drosophila durante
años, el estudio de Barrett es el primero en abordar la función del sueño en
insectos sociales en el contexto del grupo, y el primero en demostrar que la
comunicación de los insectos pierde precisión si son privados de horas de
sueño?, añade el biólogo Ulrich Mueller, coautor del estudio, que ha sido
publicado esta semana en la revista PNAS.
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