Noticias de la Naturaleza.


Misteriosa civilización perdida es descubierta en Honduras.


El sitio debió haber sido ocupado inicialmente hace unos 3,000 años
Después de 10 días perdidos en lo más profundo de la jungla en Honduras, un grupo de científicos regresó con la noticia del descubrimiento de un tesoro: una misteriosa ciudad precolombina perdida.
Y aunque no es poca cosa encontrarse en la región de Mosquitia con una ciudadela que ha permanecido intacta al menos durante 600 años, no resolvieron el gran misterio arqueológico de Centroamérica: no hallaron las legendarias Ciudad Blanca o del Mono Dios.

"Para mí Ciudad Blanca no es un lugar, es la idea de selva prístina que existe allí", le dice a BBC Mundo Chris Fisher, arqueólogo que participó en la expedición.
"El valor de Ciudad Blanca es que le muestra a los hondureños que hay grandes partes de su país que son básicamente jungla virgen, un laboratorio viviente que tal vez podamos poner en el centro de atención para ayudar a preservarlo", agrega.

"Encontramos una ciudad perdida y sabemos que hay muchas otras en la región. Una zona que no ha sido tocada por personas durante muchos siglos es de por sí un tesoro ecológico".
Se encontraron, entre otros artefactos, vasijas talladas con detalle y decoradas con serpientes y otras figuras. (Cortesía National Geographic / BBC).

Las ruinas fueron identificadas primero en mayo de 2012 durante una expedición aérea sobre un valle remoto en La Mosquitia, una vasta región de pantanos, ríos y montañas que contiene algunos de los últimos sitios del planeta que no han sido explorados científicamente.

La parte superior de 52 artefactos se asomaba desde la tierra. Muchos otros se encuentran, evidentemente, bajo tierra, junto a posibles sitios funerarios. Entre ellos hay asientos de piedra ceremoniales (llamados metates) y vasijas talladas con sumo detalle y decoradas con serpientes, figuras zoomórficas y buitres.

Fisher, de la Universidad Estatal de Colorado, Estados Unidos, explica que encontraron "los restos de una ciudad precolombina con numerosos montículos, plazas, formas piramidales y otras características".

En el lugar, hay también lo que los expedicionarios ven como una especie de sitio ceremonial en el que registraron unos 50 artefactos que creen que llevan enterrados unos 400 o 600 años.
"También nos encontramos con lo que pensamos es un paisaje completamente modificado por el ser humano hasta el punto que cuando estaba habitado debió parecerse más a un jardín inglés que a la selva que es hoy", añade.
Oscar Neil Cruz, el arqueólogo local que acompañó la expedición, cree que por el tipo de artefactos encontrados, el sitio debió haber sido ocupado al menos entre el año 1,000 antes de Cristo y el 800 a.C.

Al lugar, por supuesto, no llegaron por casualidad. Lo iban buscando por las pistas conseguidas en 2012 en una exploración aérea financiada por los cineastas Bill Benenson y Steve Elkins.
Loque hicieron fue emplear unos aviones provistos con equipos para hacer un mapeado tridimensional de la superficie.

Y la conclusión a la que llegaron fue que se trataba de un área selvática intacta con evidencias de construcciones humanas.

Benenson le explicó a BBC Mundo que prefieren no revelar el lugar del hallazgo para evitar que el lugar sea saqueado.

Lo que sí reveló es que se trata de un sitio tan remoto que "sólo hay una manera de entrar y salir, y es por helicóptero".

No hay carreteras, no hay infraestructura de ningún tipo, nadie vive allí, no hay asentamientos humanos tampoco. Es una verdadera jungla salvaje.
Benenson cuenta que el equipo contó con la ayuda de tres exmilitares británicos que, para que pudieran aterrizar los helicópteros, se descolgaron y limpiaron la maleza.
Los exmiembros de las fuerzas especiales también ayudaron a instalar un campamento base a unos pocos kilómetros del enclave arqueológico. Y también se encargaron de despejar la densa selva con machetes.

¿Quiénes eran?

Si la ubicación permanece en secreto, es un misterio también quiénes eran los habitantes de esa ciudadela.

"No sabemos demasiado de ellos, sobre todo en comparación con los Mayas que debieron estar entre sus vecinos", le dice Fisher a BBC Mundo.

"Sabemos que eran socialmente complejos, que tenían recursos y habilidades para modificar el entorno, para conseguir estabilidad y producir comida. Sabemos que estaban conectados íntimamente con sus vecinos", agrega.

¿Por qué desaparecieron? Tampoco se sabe. De momento, los arqueólogos no se ponen de acuerdo, pudo haber sido porque agotaron los recursos del lugar o porque llegaron europeos con enfermedades.

Es tan poco lo que se sabe, que ahora mismo es una civilización perdida que ni siquiera tiene nombre.



Ofrecen cápsulas orgánicas para sustituir ataúdes.

El propósito de estos recipientes biodegradables es que se formen bosques memoriales, en lugar de cementerios

GUADALAJARA, JALISCO (02/MAR/2015).- ¿Qué te parecería la idea de ''convertirte'' en un árbol después de morir? La empresa italiana ''Capsula Mundi'' hace esto posible gracias a sus cápsulas orgánicas, que sustituyen a los ataúdes.

La cápsula está hecha de materiales biodegradables y tiene la forma ovoide, así el cuerpo es metido en posición fetal, para después enterrarla con un árbol sobre ella, que se alimentará de los desechos orgánicos y crecerá dentro de los próximos 10 a 40 años.
Las personas pueden elegir el tipo de árbol que quieren, y se pretende que al colocar varias cápsulas una al lado de la otra, en lugar de tener un cementerio se tenga un hermoso bosque memorial. 



Los bosques amazónicos afectados por la sequía absorben menos carbón.

Un estudio la Universidad de Oxford ha medido la velocidad a la que los árboles de la cuenca amazónica en Brasil, Perú y Bolivia inhalan carbono de la atmósfera durante una sequía severa. La investigación se ha centrado en las tasas de crecimiento y la fotosíntesis de los árboles en 13 zonas de selva tropical y ha comparado los sectores que se vieron más afectados por la grave sequía de 2010 con las zonas que no resultaron afectadas.
Según los científicos implicados, las tasas de crecimiento de los árboles que sufrieron la sequía no descendieron, pero el ritmo de fotosíntesis –el proceso mediante el cual las plantas convierten el carbono en energía para alimentar su actividad– se desaceleró en un 10% durante más de seis meses. Esto supone que la disminución en la captación de carbono no desciende las tasas de crecimiento de las plantas perennes pero aument la mortalidad de los árboles, según Christopher Doughty, de la Escuela de Geografía y Medio Ambiente de la Oxford y principal autor del estudio. En su opinión, “cuando los árboles mueren y se descomponen, las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera aumentan, lo que podría acelerar el cambio climático durante las sequías". Las simulaciones por ordenador de la biosfera han predicho este tipo de respuestas a la sequía, pero estas son las primeras observaciones directas de este efecto en los bosques tropicales.

Cada una de las parcelas estudiadas, representativas de las diversas condiciones climáticas y del suelo de la cuenca amazónica, mide una hectárea y alberga entre 400 y 500 árboles. En la investigación, la Universidad de Oxford ha colaborado con la Red Mundial de Vigilancia de Ecosistemas (GEM), que sigue de cerca la actividad de los bosques en todo el mundo.

El trabajo de campo duró tres años, durante los cuales los expertos pasaron varias semanas en cada sitio para medir la tasa de crecimiento leñoso de cada árbol y el número de raíces que habían salido. También pesaron la caída mensual de hojas para calcular el número de hojas que cada árbol produce y calibraron la liberación de dióxido de carbono del que viven madera, raíces y hojas para estimar la actividad metabólica de la selva mediante analizadores de gas infrarrojos.

La sequía del Amazonas de 2010 coincidió con el trabajo de los científicos, pero solo afectó a algunas partes de la Amazonía. En conjunto, los datos de la investigación sugieren que las sequías en la cuenca del Amazonas están afectando a los niveles de CO2 en la atmósfera a nivel mundial, tanto a corto plazo, por la disminución de la fotosíntesis, como a a largo plazo, mediante el aumento de la mortalidad de árboles.



Un hongo amenaza a los anfibios de Madagascar.

El hongo quítrido de los anfibios, Batrachochytrium dendrobatidis, que a menudo resulta letal para estos animales, ha llegado a Madagascar, un enclave estratégico para la conservación de la biodiversidad. Hasta ahora, no se había detectado la presencia en la isla de este patógeno, que ha diezmado las poblaciones de salamandras, ranas y sapos en Australia, América Central y Estados Unidos. Los zoólogos consideran muy preocupante este hecho, pues Madagascar alberga unas 290 especies de anfibios que no pueden encontrarse en ningún otro lugar del mundo. Es más, en la zona habitan al menos otras 200 especies de ranas que aún no han sido clasificadas por los expertos.

Un equipo internacional de científicos, coordinados por biólogos del Centro Helmholtz para la Investigación Medioambiental y la Universidad Técnica de Brunswick, en Alemania, ha ideado un plan de emergencia para intentar contener la propagación del hongo. Según recogen en la revista Scientific Reports, este incluye monitorizar la proliferación de este organismo, la construcción de refugios para la cría de anfibios y el desarrollo de tratamientos probióticos.

En la actualidad, los anfibios están desapareciendo del planeta a un ritmo alarmante. En parte, esto se debe a la destrucción de su hábitat que originan las actividades humanas. Sin embargo, distintas enfermedades infecciosas están acabando con ellos incluso en los enclaves más protegidos. Entre ellas, la más devastadora es la que origina el citado hongo quítrido, que ataca la piel de los anfibios, especialmente importante para estos animales, pues en su mayoría respiran a través de ella. Hasta el momento, la presencia de Batrachochytrium dendrobatidis ha sido detectada en más de 500 especies, 200 de las cuales han experimentado un importante declive por su causa.



Los peculiares microbios de la Fosa de las Marianas.

Cuando el cineasta James Cameron descendió a la Fosa de las Marianas en 2012, comprobó que allí había poco movimiento: las profundidades abisales no son precisamente un espectáculo de biodiversidad marina. Aunque esto no es el de todo cierto, porque el director de Titanic sólo exploró lo que se ve a simple vista. En realidad, la vida bulle a nivel microscópico, como han demostrado recientes investigaciones.

Además, el último estudio realizado en el punto más profundo de la Fosa de las Marianas y, por tanto, de todo el planeta –el Abismo Challenger, a casi 11.000 metros bajo el nivel del mar– ha descubierto que allí florece especialmente un tipo de vida peculiar: las bacterias heterótrofas, las cuales, por ejemplo, también abundan en las aguas residuales sin tratar. Incapaces de sintetizar sus propios alimentos, estos microbios consiguen la energía química a partir de otros compuestos orgánicos.

Los autores de la investigación, de la agencia japonesa de ciencia y tecnología marítimo-terrestre (JAMSTEC), cuentan en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences que las bacterias heterótrofas del Abismo Challenger se nutren de partículas flotantes como restos fecales disueltos en el agua, polvo y, posiblemente, sedimentos orgánicos expulsados de los movimientos de tierra que producen terremotos submarinos. Estos colapsos son relativamente frecuentes a una escala temporal geológica y liberan “suculentas” partículas para las bacterias durante mucho tiempo, conjetura Takuro Nunoura, director de la investigación.

El equipo de Nunoura ha recogido muestras genéticas del Abismo Challenger con un vehículo por control remoto. Con los resultados de su exploración se puede hacer un mapa más preciso de la vida microscópica en los océanos: en la superficie abunda el fitoplancton, que necesita la luz para hacer la fotosíntesis; a partir de los 2.000 metros de profundidad, los microorganismos quimiótrofos, que transforman compuestos inorgánicos como el amoniaco o el azufre en comida; y a partir de los 6.000 metros reinan los heterótrofos que desvela el estudio.



Un experimento pionero en las Tablas de Daimiel, en el dique seco por falta de “gasolina”.

La primera instalación mundial de emisión de CO2 para medir el impacto de este gas en humedales, situada en las Tablas de Daimiel (Ciudad Real), está actualmente parada a falta de financiación. “Es desolador invertir tanto dinero y esfuerzo en un experimento único y ver que no se puede continuar por falta de combustible. Ahora mismo, la parte más costosa del proyecto, el mecanismo, está montado y acabamos de comprobar que funciona, pero nos falta la “gasolina”: el CO2”, lamenta Salvador Sánchez-Castillo, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales y principal responsable de la instalación.

Como explican pormenorizadamente los científicos implicados en el proyecto en un artículo en la revista Wetlands, se trata de un FACE (siglas de Free-Air CO2 Enrichment), sistema formado por válvulas, sensores y reguladores controlados por ordenador que inyecta dióxido de carbono hasta alcanzar una concentración específica en un área. A diferencia de lo que ocurre en sistemas cerrados, es posible simular lo que ocurre en la naturaleza. El FACE de las Tablas de Daimiel es capaz de inyectar CO2 hasta alcanzar 550 ppm (miligramos por litro), concentración que se prevé que habrá en la atmósfera en 2050, frente a los cerca de 400 ppm de la actualidad.

En las seis parcelas elegidas para el estudio, de 3,5 metros de diámetro, crece carrizo (Phargmites australis), planta acuática de la familia de las gramíneas muy habitual en los humedales de todo el mundo. El objetivo es medir los cambios en la biomasa y la fisiología del vegetal, así como la actividad de los microorganismos del suelo y la acumulación de residuos vegetales.



Las plantas resisten mejor que los animales las grandes extinciones.

Las cinco grandes extinciones de las que se tiene constancia han originado profundos cambios en la historia de la vida en la Tierra. No obstante, un nuevo estudio impulsado por un equipo de científicos de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia, parece demostrar que las plantas afrontan mejor que los animales estas crisis.

Tras estudiar más de 20.000 plantas fosilizadas, estos expertos han averiguado que las extinciones afectan de forma muy diferente a los distintos grupos de plantas.
Así, en un ensayo publicado en la revista New Phytologist, señalan que tras uno de estos sucesos, el ritmo al que desaparecen las plantas solo supera durante un corto periodo de tiempo la aparición de nuevas especies.

En esencia, esto indica que, cuando se trata de lidiar con una extinción, las plantas son especialmente resistentes. Por ejemplo, el impacto de un asteroide hace 66 millones de años precipitó la desaparición de los dinosaurios y otros muchos animales, pero tuvo un efecto limitado en la biodiversidad vegetal.

“Entre las plantas, las extinciones masivas podrían considerarse, en realidad, oportunidades para que esta se renueve”, afirma Daniele Silvestro, un experto en filogenética y ciencias ambientales que ha coordinado la investigación.



El material más resistente de la naturaleza no es la seda de araña.

La famosa seda de araña, conocida por su increíble resistencia, ha encontrado un curioso competidor; y es que un equipo de científicos de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) ha afirmado haber descubierto el material biológico más duro del que se tiene constancia: los dientes de la lapa común.

La seda de araña presenta una resistencia a la tracción de 1,3 gigapascales, circunstancia que le otorgó el título de material natural más fuerte. Sin embargo, tras esta nueva investigación publicada en The Journal of the Royal Society Interface, el récord tendrá que ser actualizado. La increíble fuerza de tracción de la lapa, que pasa la mayor parte de su vida raspando con sus pequeños dientes la superficie de las rocas en aguas pocos profundas del mar para buscar alimento, ha resultado ser entre 3 y 6,5 gigapascales, mucho más del doble de la resistencia de la mítica seda de araña.

Estos potentes dientes, según se detalla en el estudio, están compuestos de una mezcla de un material llamado goethita (que contiene hierro) y de nanofibras dentro de una matriz de proteínas. Su secreto se debe a la mezcla de fuerza + finura y lo convierten en un material tan duro como los fabricados por el ser humano como la fibra de carbono o el kevlar.

Este descubrimiento podría servir para mejorar algunos materiales artificiales tanto en la industria del automóvil (en los coches de Fórmula 1, por ejemplo), la aviación, la construcción naval o en la odontología (para la creación de empastes más resistentes)



España, séptimo país en cuidado del medio ambiente.

Según un estudio de la Universidad de Yale y de la Universidad de Columbia nuestro país ocupa la séptima posición en el ranking de los que más se preocupan de la naturaleza.
Para elaborar este listado los investigadores utilizaron lo que se conoce el Índice de Rendimiento Ambiental ( EPI por sus siglas en inglés), que se trata de un sistema que cuantifica el rendimiento ambiental de un país de forma numérica.

Este modo de clasificación mide parámetros como la calidad del aire de los hogares, de las aguas, los accesos al agua potable, las políticas de protección ambiental de dicho país o la reducción de las emisiones de dióxido de carbono entre otros muchos factores. El top 10 de la clasificación lo ostentan Suiza, Luxemburgo, Australia, Singapur, República Checa, Alemania, España, Austria, Suecia y Noruega. En última posición, y no es de extrañar, se encuentra Somalia, el país africano sumido en conflictos y hambruna desde hace años.
En esta edición se tuvieron en cuenta 178 países, de los que España se encuentra entre los mejores valorados. Por ejemplo, en el tratamiento de las aguas, España se sitúa en un octavo puesto, y en el tema del dióxido de carbono se ubica en el cuarto puesto de los países que más han reducido sus emisiones, algo muy positivo. Pero no todos los puntos son para enorgullecerse, es más, algunos son bastante preocupantes. En ciertos aspectos obtenemos un suspenso muy bajo, por ejemplo, tema de la biodiversidad o de la protección de zonas marinas y terrestres, bajamos hasta la posición 101 de la tabla.

En general se puede decir que el país ha mejorado, sobre todo en categorías tan esenciales como la mortalidad infantil, el mejor acceso al agua potable o en el aspecto de la higiene, áreas en las que hemos logrado mejorar la puntuación con respecto a otros años, pero todavía queda mucho camino que recorrer y mejorar más las políticas ambientales.



A menos posidonia en el mar, más C02 en la atmósfera.

Desde los años 60, las praderas de posidonia –hierba submarina endémica del Mediterráneo– han retrocedido entre un 13% y un 38%, lo cual es una auténtica calamidad medioambiental: la Posidonia oceánica contribuye a preservar la calidad del agua, a proteger la costa y a contrarrestar los efectos de la subida del nivel del mar, por ejemplo. Los expertos creen que estos beneficios se habrían reducido hasta un 50% en los últimos veinte años.

Un nuevo estudio internacional elaborado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universitat Autònoma de Barcelona y el Oceans Institute de la Universidad de Western Australia ha puesto el foco en una de las consecuencias más graves derivadas del retroceso de la angiosperma marina. “Nuestros resultados indican que hay una importante merma en la capacidad de secuestro y almacenamiento de carbono”, explica Núria Marbà, investigadora del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados y coautora del informe. Además, las zonas donde desaparece la posidonia no solo dejan de captar C02, sino que también pueden convertirse en fuentes de ese gas cuando se erosionan y liberan el carbono que la pradera había acumulado durante décadas o siglos.
Por su parte, Pere Masqué, experto de la Universitat Autònoma de Barcelona y coautor de la investigación, recuerda que esta pérdida no es irreversible: “el área potencial disponible para llevar a cabo proyectos de replantación es enorme”.

El estudio se ha realizado en la laguna costera de Oyster Harbour, al sur de Australia Occidental, cuya población de posidonia sufrió una reducción muy importante entre los años 60 y finales de los 80. A partir de 1994, la pradera volvió a crecer, en buena parte por replantaciones. Mediante la datación de los sedimentos, los expertos han medido la acumulación de carbono en las zonas repobladas y su erosión en las zonas sin recolonizar



Las termitas detienen el avance del desierto.

Según un equipo de ecólogos y biólogos de la Universidad de Princeton, los hábitos de las termitas contribuyen a mantener a raya el avance del desierto, especialmente en los ecosistemas semiáridos y las tierras de cultivo de amplias zonas de África, Asia y Sudamérica. En un estudio publicado en Science, estos expertos sostienen que los nidos que construyen estos insectos hacen esas áreas más resistentes al cambio climático, pues funcionan como almacenes de nutrientes y humedad y facilitan que el agua penetre en la tierra. Como resultado, la vegetación se extiende alrededor de estas estructuras y es menos vulnerable a la desertificación.

Los terrenos áridos en los que las termitas establecen sus nidos necesitan mucha menos cantidad de lluvia para prosperar que aquellos en los que estos no existen. Es más, aunque el ensayo se ha centrado en el género Odontotermes, constituido por termitas que cultivan hongos, sus conclusiones pueden aplicarse a las demás especies de estos animales.
Para Corina Tarnita, profesora de Biología evolutiva en la citada institución estadounidense, que ha participado en la investigación, los termiteros también preservan las semillas, lo que facilita que las zonas próximas se recuperen antes una vez que pasan las lluvias. “La vegetación se mantiene en buen estado más tiempo y tarda más en decaer. Donde se alzan estos nidos, los ecosistemas tienen más oportunidades de recobrarse”, indica. 



Las palomas son más listas de lo que se creía.

Apenas ocupa la punta de un dedo índice, pero el cerebro de las palomas es una caja de sorpresas para los neurocientíficos. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Iowa acaban de descubrir que estas aves son capaces de categorizar objetos en una operación mental similar a la que efectúan los niños cuando aprenden las palabras.

En concreto, las palomas clasificaron 128 fotografías en 16 categorías sencillas, como explican los autores del experimento en la revista Cognition: niño, botella, pastel, coche, galleta, perro, pato, pez, flor, sombrero, llave, bolígrafo, teléfono, zapato, árbol y plano. Cuando veían la imagen, las aves tenían que pulsar en uno de dos símbolos al alcance de su pico: uno correspondía al objeto y el otro se generaba al azar por el ordenador entre las 15 clasificaciones restantes. Las aves no solo aprendieron a contestar correctamente, sino que luego aplicaban la destreza para catalogar nuevas fotos. Los investigadores creen que este método podrá aplicarse a investigaciones con otros animales.

El estudio es la culminación de un proyecto que empezó en 1988, cuando especialistas en inteligencia animal comprobaron que las palomas eran capaces de asignar objetos a cuatro categorías. Ahora se ha demostrado que son aún más listas de lo que se creía, y que los mecanismos asociativos mediante los cuales los niños aprenden palabras no son exclusivos de la especie humana.



El único animal que realiza la fotosíntesis.

Un estudio de la Universidad del Sur de Florida y en la Universidad de Maryland, College Park (EE.UU.) ha descubierto cómo es posible que una babosa de mar verde brillante pueda vivir como una planta, alimentándose únicamente de luz solar. El trabajo ha sido publicado en la revista The Biological Bulletin.

La babosa en cuestión es Elysia clorótica, tiene un aspecto que se asemeja al de la hoja de una verdura, mide apenas seis centímetros y su hábitat natural son las costas desde Nueva Escocia hasta el sur de florida. Se alimenta de un alga llamada Vaucheria litorea de la que la babosa ha decidido “tomar prestados” sus cloroplastos para llevar a cabo la fotosíntesis.
Para llegar a esta certidumbre, los investigadores descubrieron que la babosa había aprendido a digerir el alga sin dañar los indispensables cloroplastos (integrándolos en sus células digestivas), que transforman la luz del sol en comida, ya que cuenta con genes del alga indispensables para mantener en buen estado los cloroplastos de esta. Se trata del primer caso de transferencia genética funcional de una especie multicelular a otra (lo que se conoce como transferencia horizontal de genes), convirtiendo a esta pequeña babosa en el primer y único animal capaz de realizar el proceso de fotosíntesis.

“Este trabajo confirma que uno de los genes del alga necesarios para reparar los daños en los cloroplastos y mantenerlos en funcionamiento, está presente en el cromosoma de la babosa. El gen se incorpora en el cromosoma de la babosa y se transmite a la siguiente generación”. La descendencia sólo tiene que 'robar' los cloroplastos de las algas, ya que los genes para mantener los cloroplastos ya están presentes en el genoma babosa. Es imposible que los genes de un alga puedan trabajar dentro de una célula animal.Y sin embargo, aquí lo hacen, aclara Sidney K. Pierce, coautor del estudio.



Avispas que reconocen rostros y atacan a los extraños.

Las avispas de la especie Liostenogaster flavolineata, que viven en algunos bosques tropicales del sudeste asiático, especialmente en Malasia, son capaces de memorizar los rostros de los miembros de su colonia. De hecho, atacan a los individuos cuyos patrones faciales no reconocen.

Así lo ha determinado un equipo de biólogos de la Universidad Queen Mary de Londres, que ha averiguado que estos insectos utilizan un doble sistema de identificación para saber si uno de sus congéneres es bienvenido o no en el nido. Como otras avispas, estudian el olor del forastero, pero tras investigar más de 50 grupos de estos animales, los expertos han podido saber que también examinan visualmente su rostro.

Cada nido alberga a una familia de individuos emparentados entre sí. No obstante, a menudo se encuentran decenas o cientos de estas estructuras muy cerca unas de otras, como si fuera una ciudad.

De este modo, no es extraño que algunas avispas accedan a otro nido distinto al suyo, tanto para hacerse con sus recursos como para depositar allí sus huevos. Según se recoge en un estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B, los insectos residentes reaccionan agresivamente cuando no reconocen la cara de los visitantes, incluso antes de saber si es uno de sus camaradas por el olor.



Habrá menos tormentas, pero más intensas.

En los últimos años, un asunto de debate entre los expertos del clima ha sido determinar si el calentamiento global iba a aumentar la incidencia de las tormentas a nivel mundial.
Un estudio que acaba de hacer público la Universidad de Toronto (Canadá) sugiere que en realidad el cómputo general no cambiará, ya que se incrementará la fuerza de las más grandes en detrimento de las pequeñas.

Para llegar a esta conclusión, los expertos han comparado el clima global con una máquina que necesita combustible –la energía del sol– para funcionar. El aire de los trópicos está más caliente, pero ese calor se distribuye mediante la circulación atmosférica.
Esa es la misión de la máquina. Sin embargo, parte de la energía (un tercio, aproximadamente) es empleada en la condensación de agua y la precipitación de lluvia y nieve.

Al aplicar las leyes de la termodinámica y las técnicas de la oceanografía a este modelo, los científicos de Toronto han comprobado que la “máquina atmosférica” cada vez destinará más energía al ciclo del agua –habrá más evaporación– y menos a la circulación del aire. Como consecuencia, se producirán menos tormentas, pero como la atmósfera tiene que deshacerse de todos modos del agua, estas serán cada vez más intensas.



El nivel del mar ha subido aún más de lo previsto.
La subida del nivel de los mares durante la última década del siglo XX y la primera del actual ha sido significativamente mayor que la estimada por las previsiones de los expertos, según un estudio dirigido por Carling Hay y Eric Morrow, del Departamento de Ciencias Planetarias y Terrestres de la Universidad de Harvard y publicado en la revista Nature.
Las investigaciones del pasado habían sobreestimado hasta en un 30 % el aumento del nivel de los mares entre 1900 y 1990. Sin embargo, los últimos datos apuntan a que los cálculos efectuados sobre la crecida oceánica desde 1990 son correctos y prueban que el nivel del mar cambia a un ritmo más rápido del previsto.

"Nuestra investigación muestra que la aceleración del nivel del mar ocurrida durante el pasado siglo ha sido mayor de lo que habían anticipado las investigaciones precedentes. El problema es más grave de lo que pensábamos inicialmente", dice Morrow. Según Hay, los científicos saben ahora que la mayoría de las capas de hielo del mundo y los glaciares de montaña se están derritiendo a causa de la subida de las temperaturas, lo que provoca la crecida global del nivel del mar.

Mientras estimaciones anteriores calcularon que la subida anual del nivel del mar fue de 1,5 a 1,8 milímetros durante el siglo XX, Hay y Morrow la sitúan en 1,2 milímetros entre 1901 y 1990. Pero después de ese año, la comunidad científica coincide en que la subida anual ha sido de unos 3 milímetros, lo que implica una marcada aceleración de este fenómeno asociado, entre otros, al cambio climático.

Estos expertos creen que ahora es necesario adoptar una "perspectiva completamente nueva". Normalmente, las estimaciones de la subida del nivel del mar se elaboran tomando registros con mareógrafos de las variaciones sufridas por las subregiones en las que se han divido los océanos. Esos registros, a los que se añaden otros datos complementarios más específicos, sirven para estimar la subida media del nivel del mar en cada subregión, que a su vez se unen para arrojar una media global.

"Pero estas medias simples no son representativas del valor global verdadero. Los mareógrafos se sitúan en las costas, así que hay extensas áreas oceánicas que no están incluidas en las estimaciones", explica Hay.

Según el estudio, el nivel del mar cambia por varios motivos, como los efectos duraderos de la última glaciación, el calentamiento y expansión del océano por el calentamiento global, las variaciones en la circulación del agua o el deshielo. Hay y Morrow elaboraron sus nuevas previsiones a partir de la observación de un conjunto de datos globales.



Aumentan las muertes masivas de aves, peces y animales marinos.

Tras analizar con detalle 727 estudios llevados a cabo en los últimos 70 años sobre 2.500 especies animales, investigadores del Departamento de Ciencia Medioambiental de la Universidad de California en Berkeley han llegado a la conclusión de que han aumentado las muertes masivas y catastróficas de animales en este periodo.

Aves, peces e invertebrados marinos son los grupos zoológicos más afectados, mientras que entre los mamíferos las cifras se han mantenido estables y entre reptiles y anfibios ha habido un leve descenso de la mortalidad. Estos casos de mortalidad masiva implican que un elevado porcentaje de la población muere en un corto periodo de tiempo.

Aunque no son muy frecuentes, suponen un golpe devastador que puede acabar con más del 90% de los individuos de una especie de una tacada. Stephanie Carlson, profesora en Berkeley y una de las autoras del estudio, indica que este es "el primer intento de cuantificar los patrones de frecuencia, magnitud y causas de estas catástrofes que llevan a una mortandad masiva”.

Los investigadores tuvieron en cuenta registros de estos eventos recogidos por la literatura científica ya en el siglo XIX, pero se centraron sobre todo en el periodo transcurrido desde 1940 hasta el presente. Aunque piensan que el aumento de las muertes se debeen parte a que cada vez se informa más sobre estos sucesos que quizá eran ignorados en el pasado, creen que para ciertos animales las cifras luctuosas claramente son mayores.
Las enfermedades son responsables del 26 % de las muertes masivas, mientras que un 19 % se pueden achacar a los efectos directos de acciones humanas, como la contaminación. La biotoxicidad producida por eclosiones excesivas de algas, un proceso que se puede atribuir al cambio climático, es responsable del 25 % de las muertes.



Los arrecifes, aún más amenazados.

Según un estudio coordinado por el geólogo marino Thomas DeCarlo, de la Institución Oceanográfica Woods Hole, en EE. UU., la acidificación que están experimentando los océanos dificulta el desarrollo del esqueleto de los corales y, a la vez, facilita la erosión que habitualmente provocan en él distintos organismos de forma natural.

Los mares absorben el exceso de dióxido de carbono generado por la quema de combustibles fósiles, un fenómeno que reduce su pH (la citada acidificación) y elimina los iones de carbonato que emplean los corales para construir sus esqueletos.

DeCarlo ha averiguado que el ritmo de desgaste se ha multiplicado por diez en las zonas en las que los corales están expuestos a altos niveles de nutrientes. Así lo recoge este investigador en un ensayo publicado en la revista Geology, en el que sostiene, además, que al mismo tiempo que sube el nivel del mar, los arrecifes en los que prosperan estos animales coloniales tardan más en aproximarse a la superficie para captar la luz solar que necesitan para sobrevivir.

Los arrecifes de coral constituyen el hábitat del 25% de las especies marinas. Para DeCarlo, si queremos garantizar su conservación es necesario reducir el aporte de nutrientes que llega a las aguas próximas a la costa como consecuencia de la actividad humana, como el vertido de fertilizantes y otros residuos orgánicos.



Los microplásticos inundan los océanos.

Un ensayo publicado en la revista Royal Society Open Science advierte que las profundidades oceánicas se están convirtiendo en un gran depósito de residuos plásticos.
Según indica en este trabajo un equipo de investigadores coordinados por expertos de la Universidad de Plymouth y el Museo de Historia Natural, en Londres, en el que también han participado científicos de la Universidad de Barcelona, en cada kilómetro cuadrado de sedimentos marinos pueden encontrarse alrededor de 4.000 millones de restos microscópicos de este compuesto.

En los últimos años, los estudios que se han llevado a cabo sobre la acumulación de plásticos en las costas y la superficie de los mares, un problema medioambiental global, no han revelado un especial incremento en sus concentraciones. No obstante, esto podría deberse a que se están depositando en el fondo, donde el número de fibras plásticas ya cuadruplica el de las aguas someras. “Llevamos tiempo preguntándonos dónde habrían ido a parar todos esos plásticos.

Ahora sabemos que buena parte se ha convertido en fibras invisibles al ojo humano que se han hundido hasta el fondo”, señala Lucy Woodall, zoóloga del Museo de Historia Natural, que ha participado en la investigación. “Resulta alarmante encontrar semejantes niveles de contaminación, sobre todo porque se desconoce el efecto de estos desechos en los delicados ecosistemas oceánicos”.



Hallan huevos iridiscentes de aves.

Un equipo de investigadores de distintas instituciones checas, neozelandesas y estadounidenses coordinados por expertos del Departamento de Biología de la Universidad de Akron, en EE. UU., ha descubierto los primeros huevos de aves conocidos que presentan iridiscencias.

Según revelan en un estudio publicado en la revista Journal of the Royal Society Interface, el color azulado de los huevos del tinamú oliváceo, un ave parecida a un pavo que habita en América central y del sur, varía en cierta medida en función del ángulo desde el que son vistos.

Esta peculiaridad se debe a la presencia de una fina cutícula externa de fosfato de calcio, carbonato de calcio y diferentes compuestos orgánicos. Cuando los científicos la retiraron, observaron que la iridiscencia también desaparecía. Hasta ahora, una de las hipótesis más extendidas entre los biólogos es que la principal función de los colores y patrones que lucen los huevos es hacerlos pasar desapercibidos en su entorno, para que los depredadores no se percaten de su existencia.

Este nuevo ensayo, sin embargo, plantea que la iridiscencia permite a los progenitores identificar sus huevos de los que han puesto otras aves de la misma especies



¿Cómo se iluminan las luciérnagas?

¿Cómo se Un equipo de científicos de Suiza y de Taiwán ha logrado desentrañar las claves del funcionamiento de la bioluminiscencia de las luciérnagas basado en pulsos rápidos de luz que utilizan como comunicación. El trabajo ha sido publicado en la revista Physical Review Letters.

Las luciérnagas, esos insectos que emiten luz cuando un compuesto llamado “luciferina” se descompone, utilizan un sistema que podría tener múltiples aplicaciones potenciales. Ahora, gracias a este estudio, ha podido ser descrito el proceso completo de esta iluminación tan particular.

La reacción química que provoca esa iluminación necesita oxígeno y, hasta ahora, se desconocía cómo lo suministraban a las células. Para averiguarlo, los expertos utilizaron una sofisticada técnica de imagen -microtomografía- para reproducir la “linterna” (el órgano que produce la luz) ubicaba en el abdomen de la luciérnaga y consiguieron trazar de qué forma el oxígeno era suministrado a las células emisoras de luz.

Al aplicar esta técnica en luciérnagas vivas, pudieron ver, por primera vez en la historia, toda la estructura de la “linterna” y hacer evaluaciones cuantitativas acerca de la distribución del oxígeno. Así, la luciérnaga desvía el oxígeno disponible de otras funciones celulares y lo deriva a la reacción que descompone la luciferina produciéndose la bioluminiscencia.

“Las técnicas que utilizamos tienen una ventaja sobre, por ejemplo, las técnicas convencionales de rayos X, los cuales no pueden distinguir fácilmente entre los tejidos blandos”, explica Giorgio Margaritondo, coautor del estudio.



La fragancia de las flores depende de las bacterias.

El perfume característico de flores como la lavanda lo provocan los llamados compuestos orgánicos volátiles (COV), unos productos químicos que proporcionan a cada especie su propio olor. Sin embargo, lo que no sabíamos es que ese aroma “propio” en realidad no es tan propio.

Según un nuevo estudio del Centro de Investigaciones Ecológicas y Aplicaciones Forestales (CREAF), en colaboración con la Universidad Autónoma de Barcelona, las flores huelen a algo más que a flores. Su perfume no se lo dan solo este apéndice vegetal de muchas plantas, sino también los microorganismos, bacterias y hongos que las recubren.
En los experimentos llevados a cabo en la investigación, se pulverizaron las flores del saúco con diversos antibióticos. Pues bien, en las plantas tratadas con antibióticos el contenido floral interno de compuestos volátiles y la respiración se mostraron estables, lo que implica que los antibióticos no causan daños ni estrés en las plantas.

Sin embargo, sí disminuyeron drásticamente la cantidad de compuestos aromáticos emitidos por las flores, que proporcionan el olor, en los casos en que se roció con antibiótico. Además, los antibióticos también modificaron los tipos de compuestos que emitía la flor. El resultado es que el bouquet de las flores de saúco era completamente distinto hasta siete días después de ser pulverizadas con dichos productos.

Con los antibióticos, los saúcos seguían teniendo flores sanas pero no olían a saúco. Y es que los antibióticos no afectaron a la planta, pero habían eliminado los microorganismos y hongos que viven en las flores. Se demuestra así el papel clave de hongos y bacterias en los olores y perfumes de las flores, según Josep Peñuelas, líder del estudio.



¿Cuántas flores hacen falta para producir un kilo de miel?

Cada abeja obrera recorre durante sus escasos 50 días de vida aproximadamente 40 kilómetros, en los cerca de doscientos mil vuelos que lleva a a cabo, a una velocidad media de 22 km/h. En sus constantes expediciones visita unas 7.200 flores para fabricar 5 gramos de miel.

Eso significa que, para reunir un kilo de este delicioso y nutritivo néctar, hacen falta 1.440.000 flores y la colaboración de 200 obreras. No es una tarea excesiva, si se tiene en cuenta que en una colmena suelen vivir entre 30.000 y 60.000 individuos, dado que la reina puede llegar a poner 3.000 huevos en un solo día.

La actividad anual de las abejas melíferas de una misma colonia alcanza una producción media de entre 20 y 30 kilos de miel. El producto fabricado a partir del néctar de las flores puede ser monofloral, si es de una sola variedad de flor –azahar, romero, lavanda–, o multifloral, de varias especies.

La miel de las abejas se usaba en el antiguo Egipto y en Grecia para embalsamar a los muertos, ya que este producto contiene sustancias bactericidas y conserva de la putrefacción los jugos de las plantas, las raíces, las flores, las frutas y hasta la carne. A su vez, el veneno de abeja es 500.000 veces más fuerte que cualquier antibiótico conocido.



¿Qué les pasa a las abejas cuando no duermen?

En la ajetreada vida de un enjambre de abejas melíferas, las obreras necesitan periódicamente un sueño reparador. Si no descansan, dejan de comunicar adecuadamente la localización de los alimentos a sus compañeras de colmena, según acaba de demostrar un estudio de la Universidad de Texas (EE UU).

Para demostrarlo, Barret Klein utilizó un aparato magnético apodado Insominator que impide que las abejas duerman. ?Cuando los humanos son privados de sueño, reducen su habilidad para desarrollar tareas como comunicarse de forma clara y precisa?, explica Barret Klein, autor del estudio. "Nuestros experimentos muestran que las abejas insomnes también experimentan problemas de comunicación". Concretamente, Klein ha comprobado que tras muchas horas de vigilia a una abeja le cuesta indicar la dirección exacta de un sitio donde hay alimento. Y eso hace menos competitiva a la colonia.

Aunque la importancia del sueño había sido estudiada en las moscas Drosophila durante años, el estudio de Barrett es el primero en abordar la función del sueño en insectos sociales en el contexto del grupo, y el primero en demostrar que la comunicación de los insectos pierde precisión si son privados de horas de sueño?, añade el biólogo Ulrich Mueller, coautor del estudio, que ha sido publicado esta semana en la revista PNAS.

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